Arte y memoria se unen en Bogotá para fortalecer la cultura de paz
La ciudad de Bogotá continúa explorando nuevas formas de sensibilización colectiva. Una de las apuestas más innovadoras ha sido la incorporación del arte como lenguaje de memoria. Proyectos recientes en museos, exposiciones públicas y recorridos urbanos combinan múltiples expresiones artísticas —fotografía, escultura, instalaciones, murales— con rutas de memoria que recorren la ciudad. Este enfoque busca que el visitante no sea solo un espectador, sino un participante activo en un proceso simbólico de reflexión y transformación.
Un claro ejemplo es la exposición “Exhumar la Memoria”, inaugurada en el marco de la Feria del Libro de Bogotá, que enlaza las experiencias de Colombia y España en el tema de fosas comunes, desaparición y reconocimiento. A través de fotografías documentales y archivos históricos, la muestra permite entender que la memoria no es solo archivo, sino también emoción, duelo y compromiso con el presente. Esta exposición, instalada en el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, reforzó la conexión entre arte, espacio público y recorrido colectivo de memoria.

Sin embargo, el cruce de arte y memorialización no es reciente. Hace años, el centro de memoria ya funciona como plataforma para experiencias artísticas que dialogan con el pasado y proyectan visiones de paz. Los muros del edificio, el monolito y los espacios del museo no solo custodian relatos: también acogen creación. Iniciativas de arte urbano, intervención comunitaria, talleres y recorridos guiados han potenciado que monumentos y rutas de memoria se expandan más allá del turismo para devenir en escenarios de transformación social.

Estos recorridos artísticos conectan puntos urbanos cargados de simbolismo —como parques, plazas y monumentos dedicados a víctimas y procesos de resistencia— con intervenciones visuales que dialogan con su contexto. El visitante que recorre en bicla o a pie encuentra no solo placas o esculturas, sino instalaciones temporales que reafirman el sentido de dignidad colectiva, memoria activa y compromiso con la cultura de paz.
El valor agregado del arte en estas rutas es múltiple: sensibiliza, visibiliza lo oculto, genera interrogantes y enriquece la experiencia con diversas lecturas estéticas. En Bogotá, esta apuesta artística-memorial es un instrumento poderoso para fortalecer identidades locales, fomentar diálogo entre generaciones y garantizar que el pasado sea parte activa del presente. Para el turismo cultural, significa llevar al viajero a explorar no sólo el espacio, sino la idea viviente de que la memoria y la paz requieren creatividad, coraje y participación colectiva.
